Los Ángeles Times, Lunes, Noviembre 26, 2001.
Columna Uno

Tomando una Bala de Microbios

De 1954 a 1973 durante la Operación Batas blancas, el Ejército expuso a centenares de Adventistas del Séptimo-dia a enfermedades para aprender acerca de posibles armas biológicas.

WASHINGTON.—Vestido de uniforme de guerra y envuelto en una frazada de Ejército, Lloyd Long duerme en la arena en el desierto árido de Utah.  Los monos y los conejillos de Indias sentados plácidamente en jaulas al lado de él.  Una sirena sonó, anunciándole a Long despertarse y subirse a un taburete.  Él encaró el viento y respiró el aire de la noche.

Dos semanas después, el soldado de 18 años cayó tan enfermo como nunca había estado jamás. La fiebre, el Dolor de cabeza, la visión Enturbiada.  El viento del desierto había transportado una enfermedad que debilita conocida como fiebre Q, liberado por científicos de Ejército.

Y Long, un conejillo de Indias humano por su propio consentimiento, había ayudado a probar que los Americanos eran vulnerables a un nuevo tipo de arma: el microbio.

Eso sucedió hace mas  de 46 años. Long formaba parte de la Operación Batas Blancas, un conjunto de 153 pruebas que hizo el Ejército desde 1954 a 1973 que marca un capítulo extraordinario en la historia médica de la investigación, uno que probablemente no podría ser repetido hoy.  Los experimentos de los Batas Blancas expusieron a centenares de hombres jóvenes saludables a debilitantes enfermedades que quizá se usen en una guerra biológica.  Y los experimentos se condujeron con soldados alistados de un solo grupo religioso: la Iglesia Adventista del Séptimo Dia.

Ahora los batas blancas, que han recibido nada o poca atención pública, son calificados como héroes. Ofreciendo los primeros detalles de cómo las armas biológicas se mueven a través del ambiente y afectan el cuerpo humano, los experimentos dieron mucha información científica que los oficiales necesitan para ellos aumentar las defensas de EE.UU. contra el bioterrorismo  e investigan los ataques de ántrax que ha matado por lo menos cuatro americanos.

"Creo firmemente que si esos experimentos no hubieran mostrado nuestra vulnerabilidad a la guerra biológica, no habría el programa biológico de defensa que existe hoy," dijo el Coronel Arthur Anderson, un inmunólogo del Ejército.  "Como resultado, los servicios proporcionados durante el reciente ataque de ántrax estarían completamente en la Edad Oscura."  Pero las preocupaciones éticas probablemente excluirían la Operación Batas Blancas hoy, porque los experimentos pondrían a los voluntarios en el riesgo indebido, dijo Jonathan Moreno, un investigador de bio-ética de la Universidad de Virginia.

¿Se deben relajar esos estándares ahora?

¿"Antes de septiembre 11, habríamos encontrado estas pruebas más cuestionables que ahora?  Pienso que si," dijo Moreno. "Quizá queramos vivir con más ambigüedades y compromisos morales ahora, en la dura realidad del siglo veintiuno." Ningún sujeto murió en las pruebas durante la operación de batas blancas, dijeron los oficiales de Ejército. El Ejército sólo hasta ahora conduce un estudio de posibles efectos secundarios en estos que fueron expuestos, preguntándoles a los mas o menos 1,000 voluntarios que pudieron ser localizados para llenar cuestionarios de salud. 

Como hoy, la nación trataba de luchar cuerpo a cuerpo con la amenaza nueva y espantosa de la guerra biológica en el tiempo que fue creada la operación de las batas blancas.

Después de la II Guerra Mundial, los Americanos supieron que Japón había conducido extensos ataques de microbios y experimentos en humanos, en su mayor parte en áreas ocupadas por los japoneses en China. Por información de algunos, más de 10,000 personas fueron infectadas.

Pero para los científicos de EE.UU., la Guerra biológica era una amenaza no probada. Una vez liberados los agentes biológicos seria difícil de controlarlos duramente una batalla.  Y era incierto de cuántas muertes podrían resultar.  Poco se supo acerca del número de microbios que tomó para enfermar a alguien, y si los microbios pudiesen ser liberados abiertamente, por un aerosol.

"Necesitábamos entender completamente la naturaleza de aerosoles y la infectividad en el hombre," dijo William C. Patrick III, un ex-oficial en el programa de armas biológicas de EE.UU. "Usted solo puede obtener poca información de un modelo animal."

Y así, en 1954, el Ejército se acercó a los líderes de la Iglesia Adventista para formar una asociación. 

Los Adventistas tenían un lugar especial en las fuerzas armadas. Siguiendo el mandamiento "No matarás," muchos buscaron la posición como cuestión de conciencia y llegaron a ser médicos.  Eso a menudo los puso en el campo de batalla, pero en papeles de salvamento y socorro.  Los científicos del ejército pensaron que los bien-educados Adventistas, con su interés natural en cuestiones de salud, serían los sujetos ideales para la prueba.  Además, los Adventistas por lo menos los que siguen los consejos de la iglesia no fumaban, no bebían alcohol ni café. 

"Ellos eran la hoja de papel mas limpia en la cual hacer un experimento," dijo Richard O. Stenbaken, quien supervisa a los capellanes Adventistas en las fuerzas armadas.  Cuándo se prueba a una droga experimental o al agente de la enfermedad, "usted no-tenia que preguntar si su reacción era porque se habian emborrachado el sábado por la noche.  En total, más de 2,100 soldados jóvenes adventistas hicieron el viaje desde el Fuerte Sam Houston en Tejas, donde el ejército condujo la instrucción medica, para seguir su ruta del deber en el programa del ejercito en la Guerra biológica en el Fuerte Detrick de Mariland.

Muchos habrían acabado en Corea o Vietnam. Una vez en el Fuerte Detrick, ellos se ofrecieron voluntariamente para por lo menos hacer un experimento mientras tenían trabajos de oficina, arreglando el motor de la piscina u otros trabajos militares.  Pero algunos tomaron la parte en más de uno y unos pocos no tomaron parte en ninguno.  "Ellos nos dieron una gran responsabilidad," dijo Lou Bitzer, un mecánico de autos de 64 años en San Charles, Montana. , Que como un Bata blanca inhaló bacterias que causan tularemia, una enfermedad con semejanza de peste. "Yo nunca me senté a una mesa donde no hubiera un mantel o que no tuviera una flor."  

Pronto, los experimentos de los batas blancas comenzaron a dar los detalles de las armas biológicas, el tipo de información que hoy llega a ser  básica  para los informes de noticias acerca de los ataques de ántrax en la Costa del Este.  Por ejemplo, prueba tal como la de 1955 de la liberación de fiebre Q en Utah estableció que microbios se podrían esparcir efectivamente por un aerosol.  Además, las primeras pruebas mostraron que los microbios implantados  en partículas diminutas son más peligrosos.  Las partículas grandes se asientan rápidamente al suelo, las partículas pequeñas flotan invisiblemente en corrientes aéreas, y pueden ser inhalados profundamente a los pulmones de la víctima.  

Esta lección fue aparentemente muy bien considerada por quienquiera que envió bacteria de ántrax a la oficina de Washington del Líder de la Mayoría del Senado Tom Daschle. Las esporas de Ántrax en la carta eran tan pequeñas que encontraron su camino por las corrientes aéreas a las narices de 28 personas.  

La operación Batas blancas ayudó también al uso de animales por los científicos como poderes para la gente en las pruebas biológicas.  Los investigadores expusieron a los monos rhesus, los conejillos de Indias y voluntarios de batas blancas a una enfermedad no-mortal, tal como la fiebre Q o tularemia.  Las pruebas mostraron cuántos microbios se necesitaban para enfermar a una persona mas que a cada tipo de animal.  

Los científicos entonces podrían probar a agentes mortales tal como viruela y peste en los animales, y hacer las proyecciones acerca de qué dosis serían mortales para humanos. "Esto era, muy pero muy importante revelación," dijo Patrick.  

Aunque otros métodos se usaran para determinar la dosis mortal de ántrax, las técnicas de los batas blancas descubrieron algunos de los principios que hicieron esos cálculos posibles.  

Los datos ayudaron a los científicos a entender cómo los agentes funcionarían como armas.  Aún después que Presidente Nixon renunció a las armas biológicas ofensivas en 1969, el mismo tipo de información se necesitó para desarrollar vacunas y medicinas que defendieran contra ataques biológicos.  

"Esto era el primer trabajo hecho de esta clase," dijo Dr. C. J. Peters, un ex investigador de enfermedades del Ejército que ahora dirige el Centro para Defensa Biológica en la Universidad de Tejas Rama Médica en Galveston.  "Estaríamos discutiendo todavía acerca de estas cosas si ellos no habían hecho el trabajo."  El equipo de seguridad se desarrolló también durante los experimentos de los batas blancas que científicos todavía usan cuándo trabajan con bacterias y viruses peligrosos, dijo Anderson.  Esto incluye los trajes de bio-hazard y cámaras de contención que controlan microbios con flujos aéreos. Una característica central del programa de batas blancas era la "Bola Ocho," una cámara inmensa y esférica en el Fuerte Detrick, de más de dos pisos de alto.  Los científicos descargarían bacterias o viruses en la cámara, mientras los voluntarios llevarían aparatos para respirar que permitiría que ellos in-halaran el aire infectado.  

Los oficiales del ejército dicen del experimento de Utah en 1955, en el Suelo de Prueba Dugway, era el único lugar en el cuál los microbios se liberaban en el aire abierto.  Long, ahora de 65 años y jubilado del negocio de seguros, recordó que él y cerca de 29 otros voluntarios fueron tomados a una sección remota del desierto y estacionados cerca de un décimo de milla el uno del otro.  De noche, ellos durmieron en el suelo.  Ocasionalmente, una sirena sonaría, señalando otra liberación de las bacterias de la fiebre Q.  Los hombres debían despertarse y dar la cara a la brisa, y respirar naturalmente.

Pero por las primeras cinco noches, una sirena pronto llamó una segunda vez, indicando que la prueba era un error.  Las condiciones del viento no eran correctas, o algo más había fallado.  En la sexta noche, Long supo que la liberación de gérmenes había trabajado, aunque él nunca vio ni sentía los microbios.  En vez de una segunda llamada de sirena, los soldados subieron con máscaras de gas para llevar los voluntarios de regreso a la base.  Los hombres se bañaron, entonces se pararon bajo luces ultravioletas para matar cualquier patógeno restante, entonces se bañaron otra vez.  Rápidamente, ellos abordaron un avión y fueron llevados al Fuerte Detrick, donde fueron puestos en cuarentena en un hospital.  Long trabajó como un ayudante de laboratorio por el resto de sus dos años de servicio.  Aunque él ahora combate el melanoma y cáncer de colon, él no cree que su participación como bata blanca sea responsable.  "Yo no sé de nadie que entró que hubiera sentido más tarde que habían sido engañados," dijo Long, de la Ciudad de Bullhead, Arizona.  

Los voluntarios de batas blancas tomaron parte en otros experimentos.  En vez de un probable viaje al cumplimiento del deber en Vietnam, el Decano Rogers probó una vacuna Oriental de encefalitis en los 1970s.  Jonah Kumalae formaba parte de un estudio acerca de cómo el cuerpo reacciona a la fiebre de la mosca de la arena, una enfermedad transmitida por un mosquito que ataco las tropas de EE.UU. en ultramar.  

Posiblemente el experimento más extraño, en 1970, Gary Swanson y cuatro otros hombres fueron colocados en camas de hospital, cada uno separado por una cortina.  En cada cama había una consola electrónica, cubierta con botones y luces.

Cuándo alguna de las luces dejaban de parpadear, los hombres debían girar los botones para hacerlas funcionar otra vez.  Cuándo otras luces parpadeaban, los hombres las apagarían ajustando otros botones.  Un ruido para distraerlos  llenaba la habitación.  

El efecto era algo como tratar de mantener un avión funcionando sobre el rugido de los motores.  Entonces los hombres fueron inyectados con la fiebre de mosca de arena y cayeron enfermos.  Se les pidió seguir trabajando, dijo Swanson, de 55 años, de Silver Spring Maryland.  

Muchos soldados fueron expuestos a enfermedades graves, dicen los oficiales, pero ninguno se infectó con ántrax u otras enfermedades mortales.  El Ejército y la iglesia dicen que la Operación Batas Blancas fue un modelo del uso apropiado de ganar el consentimiento de voluntarios en la investigación médica. A los voluntarios les fue pedido dar el consentimiento para participar en varias etapas—antes de unirse al programa, y entonces dos veces por cada vez ellos se ofrecieron voluntariamente para un experimento.  "Los procedimientos eran la más alta tecnología entonces y serían también hoy," dijo Anderson, que dirige la junta médica de revisión de investigaciones para experimentos del Ejército en el Fuerte Detrick.  Él dio una excepción: "yo no pienso que ellos harían los estudios de aerosol hoy.  El pulmón es un órgano frágil.  Muchas condiciones pueden provocar problemas respiratorios."  El programa finalizó junto con el reclutamiento militar en 1973.  La iglesia esta todavía orgullosa de su participación, diciendo que dirigió a vacunas y tratamientos que han salvado miles de vidas.

Anderson llamó a los Batas blancas "héroes verdaderos" por tomar los riesgos de los experimentos.  

Arthur Caplan, un bio-eticista en la Universidad de Pennsylvania, dijo que las pruebas de los Batas blancas no reunirían los estándares actuales para la investigación médica, incluyendo las de la Administración de Alimentos y Drogas. Y él no cree que los temores actuales acerca del bio-terrorismo justifica cambiar esas pautas.

"Nosotros no exponemos a gente a condiciones que podrían ser mortales o tener el riesgo alto,"  dijo Caplan.  "Hacemos lo mejor que podemos con animales. . . . Quebrar las reglas harían casi imposible distinguirse entre lo que somos y lo que son los otros tipos."

Caplan preguntó también los procedimientos de contratación de Batas blancas, por el motivo que hay un elemento de coerción en cualquier oferta de un oficial a un soldado para ofrecerse para una investigación.  

Aun así, muchos de los Batas blancas estan agradecidos por la oportunidad de participar.

"Esos de nosotros que entramos al programa fuimos muy afortunados," dijo Rogers, ahora de 54 años quien vive en Silver Spring.  "Quisimos servir nuestro país. Pero algunos de los amigos que fueron a Vietnam no regresaron.  Los amigos que tuve entre los Batas blancas todavía viven."

Fuente: http://www.latimes.com/news/printedition/la-000094273nov26.story

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