Juan Pablo II: No puede haber marcha
atrás en el diálogo ecuménico
Recibe a estudiantes y profesores del Instituto Ecuménico de Bossey
CIUDAD DEL VATICANO, 16 nov (ZENIT.org).-
Juan Pablo II confirmó esta mañana el compromiso irreversible de la Iglesia
católica a favor del diálogo para alcanzar la plena unidad de los cristianos
al recibir a 60 profesores y estudiantes del Instituto Ecuménico de Bossey.
Fundado en Suiza, en 1946, por iniciativa de Willem Visser’t Hooft, primer
secretario general del Consejo Mundial de las Iglesias, este Instituto es
dirigido por ese mismo organismo ecuménico de Ginebra. Desde 1952 funciona como
Facultad universitaria de estudios ecuménicos, ofreciendo un programa de cinco
meses reconocido por la Facultad teológica de la Universidad de Ginebra.
El grupo, compuesto por personas de diferentes países, ha venido a Roma en
peregrinación jubilar para visitar la Ciudad Eterna con un programa organizado
por el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, organismo vaticano
presidido por el cardenal australiano Edward I. Cassidy.
Al recibirles esta mañana, Juan Pablo II constató que en los últimos meses la
dirección se ha comprometido en ofrecer a los estudiantes una mejor preparación
con el objetivo de servir a la causa de la unidad de los cristianos en sus
respectivos países.
«En esta gran tarea --les dijo-- encontraréis en la Iglesia católica un socio
seguro. No puede haber marcha atrás en nuestro compromiso común de trabajo por
la unión plena y visible unión de todos los seguidores de Cristo».
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El Papa: La Eucaristía desafía a
los cristianos a volver a la unidad perdida
Comienza una nueva serie de intervenciones sobe el ecumenismo
CIUDAD DEL VATICANO, 15 nov (ZENIT.org).-
Juan Pablo II comenzó este miércoles, en la tradicional audiencia general, un
nuevo ciclo de intervenciones sobre lo que en alguna ocasión ha llamado el escándalo
más grande de la historia del cristianismo: la división de los cristianos.
Con estas reflexiones, tras haber hablado en los últimos meses de Dios Trinidad
y del gesto más grande de amor de Cristo, la Eucaristía, el pontífice
pretende profundizar en un tercer argumento que, como él indicó en 1994, en la
carta programatíca de preparación del año santo, caracteriza la celebración
de este Jubileo del año 2000: la promoción de la unidad de los cristianos.
El drama
Las palabras que el pontífice dirigió a los 30 mil peregrinos que se
encontraban reunidos en la plaza de San Pedro, en una mañana gris de otoño,
estaban preñadas del dolor que provoca en un Papa la separación de los discípulos
de Cristo y que tiene su manifestación más evidente en la imposibilidad
cristianos de diferentes Iglesias o Comunidades eclesiales se sienten justos
para partir el pan eucarístico.
De este modo, el pontífice, evocó aquellos pasajes de los Hechos de los Apóstoles
en los que los primeros cristianos se reunían para partir el pan y en los que
se muestra «que la unión en la fe es la condición previa para la participación
común en la Eucaristía».
Separación
A continuación, mostró que no tiene sentido el que los cristianos celebren
unidos la Eucaristía, si no creen en lo mismo o si están peleados entre sí:
el sacramento debe ser «vínculo de comunión y de amor entre aquéllos que se
han sentado en la única mesa de la Palabra y de la Eucaristía», dijo el Santo
Padre.
«Por consiguiente --aclaró citando el «Directorio ecuménico» (puede
consultarse en inglés o francés en la página web del Consejo Pontificio para
la Unidad de los Cristianos)-- la comunión eucarística está
inseparablemente ligada a la comunión plena eclesial y a su expresión visible».
«Ahora bien --siguió explicando Juan Pablo II--, el Bautismo es la raíz
profunda de una unidad fundamental que une a los cristianos a pesar de sus
divisiones».
Gestos hacia la unidad
«Por eso, si bien la participación en la misma Eucaristía sigue quedando
excluida para los cristianos que todavía están divididos, es posible
introducir en la Celebración eucarística, en casos específicos previstos por
el "Directorio ecuménico", algunos signos de participación que
expresan la unidad existente y apuntan hacia la plena comunión de las Iglesias
en torno a la mesa de la Palabra y el Cuerpo y Sangre del Señor».
En concreto, el Papa citó dos gestos: la posibilidad de que en ocasiones
excepcionales y con el permiso del obispo «un miembro de otra Iglesia o
Comunidad eclesial desempeñe la función de lector durante la celebración
eucarística de la Iglesia católica», y la posibilidad de que los católicos
participen en los sacramentos de la penitencia, de la Eucaristía y de la unción
de los enfermos en las Iglesias orientales, cuando les sea materialmente
imposible recibirlos en el seno de su comunidad.
Un desafío
Ahora bien, según el Papa, el drama de no poder recibir juntos la Eucaristía
no debe desalentar a los cristianos --ni a los católicos ni a los cristianos de
las demás confesiones--. Se trata de una situación que debe «transformarse en
un llamamiento a la purificación, al diálogo, al camino ecuménico de las
Iglesias».
«La Eucaristía es, de este modo, un desafío y una provocación en el corazón
mismo de la Iglesia para recordarnos el intenso, el extremo deseo de Cristo:
"Que sean uno"», concluyó.
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Juan Pablo II: La Iglesia tiene
derecho a pronunciarse sobre las leyes
Intervención ante el nuevo embajador de Portugal ante el Vaticano
CIUDAD DEL VATICANO, 13 nov (Zenit).- Juan
Pablo II afrontó esta mañana el papel público que debe desempeñar la Iglesia
en las democracias modernas al recibir las cartas credenciales del nuevo
embajador de Portugal ante la Santa Sede, Pedro José Ribeiro de Menezes.
«La Iglesia no tiene un poder directo sobre las leyes y las instituciones del
Estado, escogidas democráticamente por los ciudadanos en plena libertad --aclaró--;
pero reivindica, en el cumplimiento de la misión recibida por su divino
Fundador, el derecho a pronunciarse sobre ellas, distinguiendo lo que está
permitido por las leyes civiles de lo que es el derecho moral, coherente con una
conciencia bien formada».
Como ejemplo concreto de esta labor de la Iglesia, el pontífice citó el papel
desempeñado por los obispos y católicos del país quienes hicieron oír su voz
contra la aprobación de la «ley inicua del aborto y la equiparación legal de
la familia como unión matrimonial con modelos nuevos de uniones totalmente
diversos e irreducibles a ella».
«Es preciso --dijo-- denunciar, por violación del proyecto originario recibido,
a cuantos dejan de educar en una auténtica libertad, en la verdad, en el
respeto del amor, en los valores familiares».
Al mismo tiempo añadió que la Iglesia «desea con todas sus fuerzas trabajar
por esta causa dentro de su competencia en el respeto de la libertad de las
conciencias».
Por último, el Santo Padre aplaudió el apoyo ofrecido por Portugal a los países
lusófonos, en particular, la «gran solidaridad de Portugal con el drama
sangriento que se abatió sobre Timor Oriental», al igual que su contribución
en los momentos decisivos del regreso de Macao a China.
«Con idénticos sentimientos --terminó-- vive su nación ahora el drama de
Angola», ensangrentado por la guerra civil.
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El Papa: Se reniega de la Eucaristía
cuando se vive sin amor
El pontífice profundiza en la dimensión «horizontal» del sacramento
CIUDAD DEL VATICANO, 8 nov (ZENIT.org).- La
celebración eucarística, que reúne a los cristianos en torno al altar, no
tiene sentido si no se vive con amor. Lo afirmó con firmeza esta mañana Juan
Pablo II al intervenir durante la tradicional audiencia general que ofreció
este miércoles.
Utilizando las duras palabras que dirigía el apóstol Pablo a los primeros
cristianos de Corinto, el obispo de Roma advirtió a los 35 mil fieles de 24 países
presentes en la plaza de San Pedro del Vaticano, que quien participa en la
Eucaristía indignamente, «sin hacer que se convierta en caridad fraterna, come
y bebe su propio castigo».
De este modo, el Santo Padre continuó con la serie de catequesis que está
afrontando en la segunda fase del gran Jubileo del año 2000 sobre ese
sacramento que para los cristianos es el milagro más grande de la historia: la
presencia de Cristo en la Eucaristía.
Hasta ahora, el sucesor de Pedro, en intervenciones anteriores, había explicado
que gracias en la comunión del pan y del vino el cristiano puede alcanzar el
grado máximo de unión con Dios, hasta el punto de convertirse en su «consanguíneo».
Hoy explicó que esta unión con Dios no puede ser verdadera si no está acompañada
por auténticos lazos de amor con los hermanos.
Para los apóstoles y los primeros cristianos, aclaró, esta comunión con la
Eucaristía tenía dos dimensiones, una de carácter «vertical», «pues nos
une al misterio divino», y una «horizontal», es decir, «eclesial, fraterna,
capaz de unir en un lazo de amor a todos los participantes en la misma mesa».
«Es una comunión que se cumple en la historia», insistió el Papa, recordando
aquella descripción que hacen los Hechos de los Apóstoles de los primeros
cristianos: «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la
comunión, a la fracción del pan y a las oraciones».
«Por este motivo --advirtió Juan Pablo II--, se reniega del significado
profundo de la Eucaristía, cuando se celebra sin tener en cuenta las exigencias
de la caridad y de la comunión».
ZS00110809
Declaración luterano-católica: un
balance a un año de su publicación
Hablan el obispo luterano Krause, monseñor Kasper y el padre Giordano
ROMA, 2 nov (ZENIT.org).- Hace un año, el
31 de octubre, caía uno de los motivos principales de la división entre católicos
y luteranos: la comprensión del misterio de la salvación, punto central de la
fe cristiana.
En Ausburgo, Alemania, tenía lugar solemnemente la firma de la Declaración
conjunta sobre la doctrina de la justificación. Decaían las condenas recíprocas
del pasado en esta materia y, a nivel existencial, se derrumbaban prejuicios
seculares. Desde entonces se han multiplicado los encuentros de oración entre
católicos y protestantes, en Alemania y en muchos otros países.
El acuerdo alcanzado en Ausburgo, tras 30 años de estudio, oración y empeño
de muchos cristianos de las dos confesiones, ha tenido repercusiones incluso a
nivel político. Lo comenta el obispo luterano Christien Krause, presidente de
la Federación Luterana Mundial, en declaraciones a «Radio
Vaticano»: «No me lo esperaba. En Europa ha habido un gran aprecio de este
consenso alcanzado por las dos Iglesias que ha derrumbado prejuicios seculares y
este hecho tiene importantes repercusiones en el proceso de integración europea».
Por su parte, el padre Aldo Giordano, secretario general del Consejo de las
Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) explica que ahora los cristianos tienen
nueva responsabilidad ante Europa, como se vio de manera evidente en el primer
encuentro que tuvieron obispos del Viejo Continente con miembros del Parlamento
y la Comisión Europea (Cf. «Europa
ha perdido la posibilidad de dar fundamento ético a su unidad»).
«Ahora sentimos que juntos debemos contribuir a dar un alma ética y responder
a la búsqueda de sentido a la existencia que se da en Europa --explica el
sacerdote a la emisora vaticana--. En el encuentro con los responsables de las
instituciones europeas nos dijeron que esta es tarea nuestra, es la tarea de las
confesiones cristianas. Es claro que sólo juntas las Iglesias pueden dar este
sentido».
¿Cuál es el punto esencial del acuerdo logrado hace un año? El obispo Walter
Kasper, secretario del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, que
durante años ha trabajado en la Comisión Teológica Internacional católico-luterana,
responde: «La firma conjunta ha sido un acontecimiento muy importante porque
hemos encontrado un punto de acuerdo sobre el meollo del Evangelio. ¿Qué
significa Jesucristo para mí, personalmente? Esta era la pregunta de Lutero y
esta es también la pregunta de hoy».
El nuevo paso que espera a católicos y luteranos a nivel teológico es ahora la
profundización de la diversa visión de la Iglesia, continúa explican el
arzobispo ante los micrófonos de «Radio
Vaticano»: «tenemos mucho en común pero la Iglesia católica es una
Iglesia sacramental y jerárquica, mientras que las Iglesias o comunidades
protestantes están centradas en la Palabra de Dios. Pero podemos aprender de
ellos porque también nosotros desde el Concilio hemos comprendido la
importancia de la Biblia, de la Palabra de Dios. Por otra parte, también los
protestantes comprenden ahora la importancia de la liturgia, de los símbolos,
de los sacramentos, etc. Hay un mutuo intercambio entre protestantes y católicos,
pero hay todavía problemas, como por ejemplo, sobre el ministerio de los
obispos y sobre el ministerio del Papa».
Esta diferente visión de la Iglesia había sido puesta de relieve por el
reciente documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, «Dominus
Iesus», que ha suscitado muchas reacciones en ambientes luteranos. Ahora
bien, estas dificultades constituyen un estímulo.
«La realidad ecuménica --explica el padre Aldo Giordano-- vive un momento
delicado. Los obispos europeos son conscientes. Esto no significa que no se
percibe la exigencia de un salto evolutivo en el ecumenismo. Hoy se siente
particularmente la exigencia de redefinir las identidades de las comunidades
cristianas. Esto puede crear, quizá, una pausa en el diálogo, pero podría
también obligarnos, verdaderamente, a dar un nuevo paso adelante hacia un diálogo
que se hace más maduro, pues es capaz de mirar cara a cara las identidades y,
por tanto, también las diversidades».
«Para el futuro --concluye monseñor Kasper-- no soy pesimista. Tengo esperanza
y mi esperanza está fundada en la convicción de que el camino ecuménico es
una obra del Espíritu Santo. ¿Y quién puede frenar al Espíritu Santo?»
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