Cuando fue
publicada la carta apostólica Dies
domini, el 31 de mayo de 1998, se levantó en el mundo una gran polémica,
pues en ella se trataban temas que, según los medios, atentaban contra la
economía mundial.
Esta carta defiende la idea de que el domingo debe ser un
día de descanso dedicado al Señor, por ser el día en que se celebra la
Resurrección de Cristo.
Algunos empresarios, industriales y comerciantes, se escandalizaron al pensar
que tendrían que dejar descansar a sus empleados el domingo, que tendrían
que parar las máquinas, que tendrían que cerrar sus comercios, que en suma,
tendrían que reducir la producción y por tanto las utilidades,
correspondientes ese día de descanso semanal.
Los medios de comunicación social, entonces, difundieron la idea falsa de que
la Iglesia deseaba imponer sus reglas aún a los no católicos, pues existen
muchos empresarios judíos y musulmanes que tienen empleados católicos y esto
significaba pasar por encima de la libertad de los hombres y del pluralismo
necesario en la sociedades.
La verdad es que la Iglesia no impone el domingo a los no-cristianos, sino que
lo ofrece al mundo entero como testimonio de su fe en la Resurrección de Jesús.
La Iglesia defiende el domingo como día de descanso legítimo. ¡Todos
tenemos que descansar periódicamente! El descanso dominical sirve para que
todos puedan desarrollar las dimensiones de su persona que no son contempladas
en su trabajo: los lazos familiares, los intereses personales –como el arte,
la música, los deportes–, el contacto sano con la naturaleza.
La Iglesia desea que el Domingo y todas las fiestas religiosas se celebren
también como fiestas civiles para realzar su importancia y dar la oportunidad
de celebrarlas en comunidad.
Al defender la celebración civil del domingo y de los días festivos, la
Iglesia reconoce que el hombre tiene valores que no se agotan en el trabajo
civil. Estos valores necesitan su tiempo, para que el hombre pueda vivir una
vida verdaderamente libre. ¡Es así que el domingo y los días festivos son
un bien para todos!
Todos, y no solamente los cristianos, tienen el derecho de practicar la religión.
La libertad religiosa es un derecho humano que la Iglesia defiende para todos.
Por eso la Iglesia insiste a los Estados que reconozcan este derecho y que
permitan a todos los creyentes de una auténtica confesión religiosa
conmemorar sus fiestas sagradas. Esto también es un modo de enriquecer a la
sociedad.
Para que una sociedad sea verdaderamente pluralista, debe respetar las
aportaciones de todos, incluso las de la Iglesia en su defensa del domingo.
De esta manera, podemos decir que la Iglesia, al ofrecer al mundo entero el
domingo como testimonio de su fe en la Resurrección de Jesús, enriquece el
pluralismo en las sociedades, compartiendo la visión cristiana de Dios, del
hombre y del mundo.
¿Se
puede anunciar a Cristo en un mundo pluralista?