La reina Isabel II y el Papa: El diálogo ecuménico es irreversible
La soberana británica se encuentra por tercer vez con el pontífice

CIUDAD DEL VATICANO, 17 oct (ZENIT.org).- 24 minutos. Esta ha sido la duración del coloquio privado que mantuvieron esta mañana Juan Pablo II e Isabel II, reina de Inglaterra en el Vaticano.

En el encuentro, bastante cordial, especialmente después de que se rompió el hielo de los saludos iniciales, el Papa y la reina prefirieron entregarse los discursos sigilados en un sobre en vez de leerlos integralmente. En el texto, Isabel subraya la coincidencia entre esta visita y el año jubilar, y reconoce el apoyo que la Santa Sede ha ofrecido al proceso de paz en Irlanda del Norte.

Refiriéndose a cuestiones religiosas, la cabeza de la Iglesia de Inglaterra constata «el importante progreso que se ha dado para superar las históricas diferencias entre anglicanos y católicos romanos».

«Confío en que continuaremos avanzando por el camino que lleva a la unidad cristiana», añade.

Por su parte, Juan Pablo II, en el discurso entregado a la reina, considera que «no puede haber un retroceso en el objetivo ecuménico que nos hemos propuesto en obediencia al mandamiento del Señor»

El Papa afirma que tanto el pasado como el futuro «exigen de nosotros el sentido de un propósito compartido», especialmente en Europa «que busque una unidad capaz de excluir para siempre la clase de conflictos que durante tanto tiempo han formado parte del pasado».

«Sólo defendiendo y dando un vigor nuevo a los más altos ideales y logros de este patrimonio --en la política, en el derecho, en el arte, en la cultura, en la moralidad y en la espiritualidad-- la Europa del futuro será una empresa viable y digna de valor», considera el pontífice.

El discurso de Juan Pablo II es de amplias miras. Afronta también el argumento candente de la globalización señalando «la promesa de mayor prosperidad y cohesión» y lamentando «la distancia cada vez más grande entre ricos y pobres» en tantas partes del mundo.

«Este preocupante fenómeno tiene muchas causas --añade--, pero el problema ciertamente no se resolverá a menos que los pueblos y sus líderes consideren la solidaridad y la cooperación a nivel mundial como imperativos éticos que impulsan y movilizan a las conciencias de los individuos y de las naciones». En este sentido expresa su «estima por el reciente compromiso de Gran Bretaña de efectuar una condonación total de la deuda de los países más pobres fuertemente endeudados».

Ha sido el tercer encuentro entre la soberana británica y el obispo de Roma, después del de 1980, en el Vaticano, y del de 1982, en Buckingham Palace, cuando el pontífice visitó el Reino Unido.

Como es tradición, durante la audiencia tuvo lugar un intercambio de regalos. Isabel II regaló cincuenta copias de gran valor de pinturas del artista veneciano Canaletto, provenientes de su biblioteca privada del castillo de Windsor, mientras que Juan Pablo II le entregó una reproducción de una Biblia del XIII siglo («Codex vaticanum 39»).

La reina y su consorte, el duque Felipe de Edimburgo, fueron recibidos por monseñor James Michael Harvey, prefecto de la Casa Pontificia, en el Patio de San Dámaso del Vaticano, mientras la banda vaticana tocaba el «Dios salve a la reina».

Al final de la audiencia papal, la soberana tuvo un encuentro privado con el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal italiano Angelo Sodano.

Antes de dejar el Vaticano, la pareja real visitó brevemente la Capilla Sixtina, pues cuando visitaron Roma no había sido todavía restaurada. - ZS00101707
«La reina se está interesando mucho por el catolicismo»
Paul Johnson, historiador inglés, opina sobre el encuentro con el Papa

LONDRES, 17 oct (ZENIT.org).- Para la Reina de Inglaterra el encuentro con el Papa tiene un significado espiritual que va más allá de la visita de Estado, lo afirma hoy el historiador inglés Paul Johnson.

«Más que como jefe de la Iglesia Anglicana, Isabel II se encuentra con Juan Pablo II como una creyente apasionada por los problemas del mundo». Aclara Johnson, quien durante años se ha consagrado a estudiar la historia del cristianismo en declaraciones publicadas hoy por el diario italiano católico «Avvenire».

«En los últimos años, la Reina se ha hecho más religiosa y se ha interesado muchísimo por el punto de vista católico, donde encuentra puntos de referencia no siempre presentes en la Iglesia Anglicana», indica el intelectual inglés.

Por lo que se refiere al papel religioso de la soberana como jefe de la Iglesia anglicana, Paul Johnson explica que, a diferencia de las otras iglesias protestantes del norte, la Iglesia de Inglaterra tiene escaso espesor teológico. El cisma, recuerda, nació por razones de poder, la voluntad de sustraer las tierras inglesas a la jurisdicción de Roma, y en consecuencia la iglesia que nació ha sido siempre una iglesia-estado, con la función de apoyo a la monarquía y, como máximo, de garantía de reglas morales de comportamiento para mantener unida a una sociedad.

«La dimensión espiritual, esa fe que es al mismo tiempo paradoja y misterio, que a menudo rompe las convenciones de una sociedad, más que reforzarlas, se ha perdido en gran parte en la Iglesia anglicana», añade Paul Jonhson. Según el historiador, muchísimos anglicanos, como ya ha sucedido en el pasado, miran ahora a la Iglesia católica con curiosidad e interés.

«El mérito del cardenal Basil Hume, el jefe de la Iglesia católica en Inglaterra, fallecido hace un año y medio, fue justamente el de garantizar un refugio espiritual a muchas almas anglicanas inquietas», subraya Johnson, recordando las conversiones al catolicismo de destacados personajes, que han escocido mucho a la sociedad inglesa, como la de la duquesa de Kent, prima de la Reina, y de ministros del Gobierno.

«En diciembre de 1995, la Reina Isabel participó en un servicio de vísperas en la catedral de Westminster, la iglesia madre del catolicismo. Fue el primer soberano que hizo una cosa así desde 1685 cuando reinaba un rey católico, Santiago II --explica Jonhson--. Y para hacerlo tuvo que desafiar a una buena parte de la Iglesia anglicana, que consideró este gesto como una traición». - ZS00101702

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