¿Tiene la Celebración de los Días de Fiestas Judíos Valor Hoy en Día?

Un llamado para observar los días de fiestas Judíos está teniendo algún éxito, especialmente entre aquellos que dicen estar de parte de la verdad. Esto es mal aconsejado. Todo el asunto fue decidido en el Concilio de Jerusalén. La materia en cuestión fue colocada claramente:

“Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés”. Hechos 15:5.

La decisión del Concilio, inicialmente pronunciada por Jacobo (Hechos 15:19-20), siendo que los apóstoles concordaron luego con él, decía lo siguiente:

“Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo. Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien”. Hechos 15:24-29.

Esta declaración es tan clara que es interesante que Adventistas del Séptimo Día aun consideren el hecho de querer guardar estos días de fiestas. En esta carta a los creyentes en Colosos Pablo ha declarado:

“En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz”. Col. 2:11-14.

La hermana White claramente declara lo que fue clavado en la cruz:

“Muchos en el mundo cristiano también tienen un velo delante de sus ojos y su corazón. No ven con claridad lo que fue abolido. No ven que fue únicamente la ley ceremonial la que fue abrogada a la muerte de Cristo. Pretenden que la ley moral fue clavada a la cruz”. 1MS:281.

Después de la muerte de Cristo la ley ceremonial no tenía más fuerza.

“Esta ley ritual, con sus sacrificios y ordenanzas, debían los hebreos seguirla hasta que el símbolo se cumpliera en la realidad de la muerte de Cristo. Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Entonces debían cesar todas las ofrendas de sacrificio. Tal es la ley que Cristo quitó de en medio y clavó en la cruz. (Col. 2:14)”. PP:380.

La hermana White ha confirmado claramente que la celebración de los días de Fiestas no tienen ningún valor hoy en día.

“Eran lentos para darse cuenta del fin de lo que había sido abolido por el deceso de Cristo, y para comprender que todos los sacrificios prefiguraban la muerte del Hijo de Dios, en la cual el tipo se había encontrado con su antitipo, quitándole todo valor a las ceremonias divinamente señaladas y a los sacrificios de la religión judía”. HR:320.

“Pero sabía que las ceremonias típicas debían cesar totalmente y bien pronto, puesto que lo que prefiguraban ya había acontecido, y la luz del Evangelio estaba difundiendo su gloria sobre la religión judía, proporcionándole un nuevo significado a sus antiguos ritos”. HR:320.

El error de los Judíos cristianos fue su creencia que: “Afirmaban con gran seguridad que nadie se salvaría si no era circuncidado ni guardaba toda la ley ceremonial”. HR:319.

Pedro, también, aseguraba que la ley ceremonial no era obligatoria para los cristianos: “Ahora, con igual fervor y fuerza, dijo: "Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo también como a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando con la fe sus corazones. Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?" (Hechos 15:8-10). Este yugo no era la ley de los diez mandamientos, como aseveran algunos que se oponen a la vigencia de la ley; Pedro se refería a la ley de las ceremonias, que fue anulada e invalidada por la crucifixión de Cristo”. HAp:157-158.

Además, la hermana White ha declarado: “A la luz del Evangelio, los antiguos ritos y ceremonias confiados a Israel habían adquirido un nuevo y más profundo significado. Las cosas prefiguradas por ellos se habían producido, y los que vivían bajo la dispensación evangélica habían sido relevados de su observancia”. HAp:154.

Queridos hermanos y hermanas, que en nuestro celo no nos pongamos a efectuar prácticas y observancias que Dios no requiere. Sigamos un claro “Así dice el Señor”.

Dos de los argumentos más fuertes propuestos por los protagonistas en guardar los días de Fiestas descansan en la determinación de Pablo de llegar a Jerusalén antes de la Fiesta de Pentecostés y la amonestación de la hermana White diciendo que el pueblo de Dios se beneficiaría al guardar la Fiesta de los Tabernáculos. Es por eso que estos argumentos requieren un examen más cuidadoso.

No podemos negar que Pablo sentía una gran determinación para llegar a la Fiesta de Pentecostés en Jerusalén. Esto es afirmado en los tres informes de Lucas.

“Sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y Zarpó de Efeso”. Hechos 18:21.

“Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma” Hechos 19:21.

“Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, em Jerusalén”. Hechos 20:16.

El primero de estos informes ciertamente puede ser interpretado como siendo consistente con la tesis de que Pablo estaba resuelto a participar en guardar ritualísticamente esta fiesta. Sin embargo, la evidencia inspirada nos lleva rechazar tal entendimiento. El propósito original de Pablo era el de celebrar la Fiesta de la Pascua, pero atrasos en el camino lo llevaron más tarde a decidir a querer estar presente en Jerusalén para la Fiesta del Pentecostés. Una revisión del consejo inspirado no nos lleva a la conclusión de que la motivación de Pablo era la de guardar el ritual de la Fiesta. Vea las razones para su decisión.

“Pablo deseaba grandemente llegar a Jerusalén a tiempo para la Pascua, pues eso le daría oportunidad de encontrarse con aquellos que llegaban de todas partes del mundo para asistir a la fiesta. Siempre acariciaba él la esperanza de poder ser de alguna manera instrumento para quitar el prejuicio de sus compatriotas incrédulos, de modo que pudieran ser inducidos a aceptar la preciosa luz del Evangelio. También deseaba encontrarse con la iglesia de Jerusalén y entregarle las ofrendas que enviaban las iglesias gentiles para los hermanos pobres de Judea. Y por medio de esta visita, esperaba lograr que se efectuara una unión más firme entre los judíos y los gentiles convertidos a la fe”. HAp:312.

Esta explicación ciertamente aclara el asunto, sacando las sugestiones de que esta visita a Jerusalén por parte de Pablo en la época del Pentecostés instando a los cristianos del Nuevo Testamento para que anualmente guardasen el pentecostés o cualquier otro día de fiesta. Pero más adelante vemos en las Escrituras que el Espíritu Santo advirtió a Pablo para que no fuese a Jerusalén.

“Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén”. Hechos 21:4.

“Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén”. Hechos 21:10-12.

Pero Pablo dejó a un lado las advertencias del Espíritu Santo. No era la intención de Dios para que Pablo fuese a Jerusalén donde tendría que ceder a la presión, sin duda bien intencionada, de cumplir la purificación ritual. Su aquiescencia resultó en un acortamiento de su vida y por lo tanto de su ministerio.

“Cuando pensamos en el gran deseo que tenía Pablo de estar en armonía con sus hermanos, en su ternura por los débiles en la fe, en su reverencia por los apóstoles que habían estado con Cristo, y hacia Santiago, el hermano del Señor, y en su propósito de llegar a ser todo para todos, siempre que esto no le obligara a sacrificar sus principios, no nos sorprende tanto que se sintiese constreñido a desviarse del curso firme y decidido que hasta entonces había seguido. Pero en vez de lograr el propósito deseado, sus esfuerzos de conciliación sólo precipitaron la crisis, apresuraron sus predichos sufrimientos, y le separaron de sus hermanos, de modo que la iglesia quedó privada de uno de sus más fuertes pilares, y los corazones cristianos de todas partes se llenaron de tristeza”. HAp:325.

Yendo ahora a otra declaración de la hermana White en Patriarcas y Profetas, no encontramos ninguna otra gran evidencia para apoyar la guarda de los días de fiestas que la experiencia de Pablo. Aquí está la declaración inspirada usada a menudo para apoyar la guarda de los días de fiesta.

“En estas asambleas anuales, los corazones de jóvenes y ancianos recibían aliento para servir a Dios, al mismo tiempo que el trato amistoso de los habitantes de las diferentes partes de la tierra reforzaba los vínculos que los unían a Dios y unos a otros. También hoy sería bueno que el pueblo de Dios tuviera una fiesta de las cabañas, una alegre conmemoración de las bendiciones que Dios le ha otorgado. Como los hijos de Israel celebraban el libramiento que Dios había concedido a sus padres, y también como los había protegido milagrosamente a ellos mismos durante sus peregrinaciones después de la salida de Egipto, así debiéramos recordar con gratitud los diferentes medios que él ideó para apartarnos del mundo y de las tinieblas del error y para llevamos a la luz preciosa de su gracia y de su verdad”. PP:582.

Primero, esta declaración tiene que ser examinada a la luz de otras declaraciones del Espíritu de Profecía, algunas de las cuales están citadas más adelante en este artículo. Estas prohiben enfáticamente guardar las fiestas después del sacrificio de Cristo. Pero examinemos ahora la cita de la hermana White. Ella no insta a guardar “la fiesta de los Tabernáculos” sino “una fiesta de Tabernáculos”. Pero el propósito de una fiesta tal hoy en día debiera ser centralizado en la liberación del pueblo de Dios del mundo. Esto podría ser maravillosamente alcanzado en una reunión campal o cualquier otra santa convocación.

Alguno puede preguntar, “¿Qué haría difícil el guardar los días de fiesta?”. La sierva del Señor provee una respuesta específica a esta pregunta.

“Era el deseo de Cristo dejarle a Sus discípulos una ordenanza que haría por ellos lo que realmente necesitaban - que serviría para desenredarlos de los ritos y de las ceremonias a las cuales habían estado hasta ahora comprometidos como siendo esenciales, y que la recepción del evangelio hacía con que no tuviese más fuerza. Continuar con estos ritos sería un insulto a Jehová”. 5CBA:1139-1140 (énfasis suplido).

La hermana White no podría hablar en una forma más clara que cuando comenta a respecto de la inauguración del servicio de la comunión (santa cena): “los festivales nacionales de los Judíos han pasado para siempre”.

“Cristo se hallaba en el punto de transición entre dos sistemas y sus dos grandes fiestas respectivas. El, el Cordero inmaculado de Dios, estaba por presentarse como ofrenda por el pecado, y así acabaría con el sistema de figuras y ceremonias que durante cuatro mil años había anunciado su muerte. Mientras comía la pascua con sus discípulos, instituyó en su lugar el rito que había de conmemorar su gran sacrificio. La fiesta nacional de los judíos iba a desaparecer para siempre. El servicio que Cristo establecía había de ser observado por sus discípulos en todos los países y a través de todos los siglos”. DTG:608 (énfasis suplido).

“Él, el puro, Cordero de Dios sin mancha, estaba presentándose a Sí mismo como una ofrenda por el pecado; y así como Él comió la Pascua con Sus discípulos, Él puso término a los sacrificios que por cuatro mil años habían sido ofrecidos”. 5 CBA:1139.

“Este era el punto de transición entre dos dispensaciones y sus dos grandes fiestas. La una había de concluir para siempre; la otra, que él acababa de establecer, había de tomar su lugar, y continuar durante todo el tiempo como el monumento conmemorativo de su muerte (Review and Herald, 22 de Junio, 1897)”. Ev:202.

“Cuando el Salvador dio su vida en el Calvario, cesó el significado de la pascua, y quedó instituida la santa cena para conmemorar el acontecimiento que había sido prefigurado por la pascua”. PP:581.

¡Qué negación del ministerio redentor de Dios a través de Cristo es el guardar las fiestas del Antiguo Testamento! Los Adventistas del Séptimo Día tienen que seguir siempre los consejos de las Escrituras y del Espíritu de Profecía. Persistir en seguir cualquier otra cosa (aun cuando declaraciones no muy claras o obscuras de la inspiración sean usadas para apoyar el error) hará con que el que los sigue caiga aun en mayores tinieblas y venga a perderse eternamente.

“Pero sus palabras (de Caifás) significaban más que lo que él o aquellos que estaban unidos a él consiguieron entender. A través de ellas él dio un testimonio de que había llegado el tiempo para que el sacerdocio Aarónico cesase para siempre. Él estaba condenando a uno que había sido prefigurado en cada sacrificio hecho, pero cuya muerte terminaría con la necesidad de tipos y sombras. Sin saberlo él estaba declarando que Cristo estaba para cumplir aquello que el sistema de sacrificios y ofrendas habían instituido”. Review and Herald, 12 de Junio de 1900.

“Después que Cristo murió en la cruz como una ofrenda por el pecado la ley ceremonial no tenía más fuerza”. 6 CBA:1095.

“Las ceremonias ligadas con los servicios del templo, prefigurando a Cristo en tipos y sombras, fueron eliminadas con la crucifixión, porque en la cruz el tipo encontró el antitipo en la muerte de la ofrenda verdadera y perfecta, el Cordero de Dios”. 6 CBA:1115-1116.

Guardar los días de fiesta está prohibido por Dios. Como Adventistas del Séptimo Día seguiremos al Señor.

*Capítulo 15: "Los Días de Fiestas" del libro Vientos de Doctrinas. Autores: Dr. Colin Standish y Dr. Russell Standish, Instituto Hartland, Box 1, Rapidan, VA 22733, USA

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