Daniel - Una Ilustración de un Instructor Bíblico Exitoso

Si me permites, te comparto algunas sugerencias "evangelísticas" con respecto a tus estudios bíblicos con el fin de que se enriquezca tu trabajo para ganar estas almas para Cristo. Con ello no digo que no estés practicando estos consejos, sino que estas sencillas ideas proceden más bien de la experiencia que yo obtuve en el Campo y por ahí pueden serte útiles.

1)  Dominar, no tanto los vericuetos de la profecía, sino el propósito de la misma.  Hay quienes cultivan una acumulación de datos, fechas, eventos, etc., relacionados con asuntos proféticos (y no está mal, por supuesto), pero olvidan el principio que subyace en la entrega divina de la profecía: Que el corazón quede impactado, no tanto por la profecía del Señor, sino por el Señor de la profecía.  "Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que YO SOY" (Juan 13:19).

Así le ocurrió a Daniel, cuando el Maestro le dio un estudio bíblico de profecía: lo relativo a la Estatua y la Piedra. Así como la de Daniel, debiera ser la exclamación de nuestros alumnos de profecía: "Bendito sea el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. . . A ti, oh Dios, te doy gracias y te alabo"  (cap. 2:20-23).

2) De la idolatría llevar, no a la iconoclastia, sino a la latría.  A veces nos vemos impotentes para abordar los temas delicados de la profecía que son muy caros a los catequizados, como los dogmas y prácticas de la iglesia romana (el culto a María, el rol del papado en la pasada abominación desoladora y ahora en el reciente Nuevo Orden Mundial, la doctrina de la inmortalidad del alma, etc., etc.). 

Algunos creen que es su deber ilustrar a sus alumnos bíblicos (hay quienes lo hacen con lujo de detalles) de todas las atrocidades medievales para que éstos conozcan bien la verdad. Pretenden así romper ante ellos todos sus ídolos (iconoclastia), y conseguir que el intelecto quede profundamente convencido.

Si bien es cierto que hay algo de verdad teológica en esto, no obstante entiendo que hay un error metodológico en el abordaje. El intelecto puede quedar convencido, pero el corazón no necesariamente convertido. Antes de quitarle al catequizado sus ídolos debe proveérsele un nuevo objeto de adoración. 

Ilustración: Si el dueño intenta quitarle a su perro un hueso sin carne, con protuberancias agudas y peligrosas, con el propósito de que el animal no se lastime, lo menos que puede conseguir es que el can le muerda la mano.  Pero hay otro modo de quitarle ese hueso peligroso: Proveyéndole un hueso con carne. Al comparar uno con otro, el perro deja el hueso pelado y toma el hueso rico puesto delante de él.

Como dije arriba: Llevar de la idolatría a la latría; esto es, que el amor a María y al Papa se trueque en un amor a Cristo antes que descubra el engaño de la mariolatría y el rol del cuerno pequeño.  Y para ello, el punto 1 anterior es fundamental: Convertir nuestros estudios proféticos en estudios cristocéntricos (sin renunciar por ello al examen profético).

3) Más que historia, instruir en la filosofía divina de la historia.  Jesús había dicho (Juan 16:13): "Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad", no verdad histórica solamente, sino a la verdad teológica de que Dios está detrás de todas las acciones políticas, religiosas, militares, etc. de los hombres, para lograr el propósito salvífico de su pueblo.

Todos los historiadores seculares pueden coincidir con la narración histórica de Dan 1:1: "En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia a Jerusalén y la sitió".  Pero no aciertan a ver en ello los propósitos divinos, una verdadera filosofía divina de la historia: "Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a la tierra de Sinar. . ." (vers. 2).

En los anales de la historia humana, el desarrollo de las naciones, el nacimiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y las proezas de los hombres; y en cierta medida los acontecimientos se dirían determinados por el poder, la ambición y los caprichos de ellos. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y encima, detrás y a través de todo el juego y contrajuego de los humanos intereses, poder y pasiones, contemplamos a los agentes del que es todo misericordioso, que cumplen silenciosa y pacientemente los designios y la voluntad de él (EGW, Profetas y reyes, pág. 366).

¿En qué consiste esa filosofía divina de la historia? El capítulo 2 de Daniel provee interesantes elementos: "El sueño tenía el propósito de revelar a Nabucodonosor que el decurso de la historia estaba ordenado por el Altísimo y sujeto a su voluntad. Al rey se le mostró la responsabilidad que le cabía en el gran plan del cielo, a fin de que tuviese la oportunidad de cooperar voluntaria y eficazmente con el programa divino. Las lecciones de historia dadas a Nabucodonosor habrían de instruir a las naciones y a los hombres hasta el fin del tiempo. Otros cetros, además del de Babilonia, han regido a los pueblos a lo largo de los siglos. A cada nación de la antigüedad Dios le asignó un lugar especial en su gran plan. Cuando los gobernantes y el pueblo no aprovecharon su oportunidad, su gloria fue abatida hasta el polvo. Las naciones de hoy debieran hacer caso de las lecciones de la historia pasada"  (CBA vol. 4: pág. 794; cursiva agregada).

He aquí una descripción de dicha filosofía, basada en Dan 2: 21, 37-38, 44, que trata del Señor de la historia, el lugar especial concedido a Nabucodonosor en ella (y también a cada uno de nosotros) y los fines de la misma:

    1.-  Vers. 21:  Dios quita y pone reyes.  Él domina la historia.

    2.-  Vers. 37-38:  Nabucodonosor, rey de reyes, era la cabeza de oro.  Plan divino designado para el rey Nabucodonosor.

    3.-  Vers. 44:  Un reino nuevo, indestructible. Desaparecen todos los reinos. Queda el de Cristo.

Los caps. 2-4 de Daniel amplían los alcances de dicha filosofía.  Aplicando en forma personal a cada uno de nosotros los sucesos allí narrados, podemos sacar las siguientes conclusiones:

    1.-  Dan 2 enseña que Dios es sabio: Él conoce.  Descorre el velo de mi ignorancia.

    2.-  Dan 3 enseña que Dios es poderoso: Él puede.  Anticipa mi co-participación.

    3.-  Dan 4 enseña que Dios tiene autoridad: Él manda.  Juzga mi participación.

4) En medio de las presiones babilónicas, inspirarnos en el espíritu jerosolimitano de Daniel.  

El profeta Daniel constituye una ilustración de lo que un instructor bíblico exitoso puede lograr al dar estudios bíblicos proféticos. Era un judío cautivo en el reino de Babilonia: Sus pies pisaban Babilonia; su cabeza estaba en Jerusalén. Ante la presión y tentaciones de Babilonia (comida y bebida regia; sabiduría mundana; honores, etc., cap. 1) se propuso conservar las normas de Moisés aprendidas en su patria (1: 8).  Así pudo usarlo Dios (1:17) para que fuese el eficaz instructor bíblico de Nabucodonosor.  Aun en medio del hostigamiento medo-persa, se mantuvo fiel orientando su corazón a Dios y su lejana Jerusalén.

Así también nosotros como instructores bíblicos: Estamos cautivos en la Babilonia mística, pero nuestro corazón suspira por la santa Ciudad, la Nueva Jerusalén. En consecuencia, nuestra comida y bebida, pasatiempos, sabiduría, etc., no pueden ser los babilónicos, sino los que ordena el Señor de la Nueva Jerusalén. ¿Puede un instructor bíblico extraer lecciones de la experiencia del instructor Daniel?  La consagración de Daniel, su fidelidad a las normas aprendidas, el discernimiento de su vocación y el conocimiento de los propósitos divinos, hacían de él un maestro excepcional de la profecía.  

Dice el CBA (vol. 4, pág. 779; énfasis agregado):  "La misión de Daniel en la corte de Nabucodonosor fue la de conseguir la sumisión de la voluntad del rey a la voluntad de Dios para que se realizaran los propósitos divinos.  En uno de los momentos dramáticos de la historia, Dios hizo que estas dos grandes personalidades estuviesen juntas.  Los primeros cuatro capítulos de Daniel describen los medios por los cuales Dios consiguió la obediencia de Nabucodonosor.  En primer lugar, Dios necesitaba de un hombre que fuese un digno representante de los principios celestiales y del plan de acción divino en la corte de Nabucodonosor; por eso escogió a Daniel para que fuese su embajador personal ante Nabucodonosor.  Los recursos que empleó Dios para atraer favorablemente la atención del monarca hacia el cautivo Daniel, y los medios por los cuales Nabucodonosor llegó a confiar primero en Daniel y luego en el Dios de Daniel, ilustran la manera en que el Altísimo usa a los hombres hoy para cumplir su voluntad en la tierra.  Dios pudo usar a Daniel porque éste era un hombre de principios, un hombre que tenía un carácter genuino, un hombre cuyo principal propósito en la vida era vivir para Dios."

5)  Usar un lenguaje afín a las motivaciones e intereses del alumno.  Cuando Dios reveló a Nabucodonosor sus propósitos no se valió de "lenguas angélicas" (1 Cor 13:1), sino de los códigos que el rey entendía y veneraba.  La majestuosa estatua representaba para él la efigie de Beltsasar, su dios personal (Dan 4:8), y la parte de oro, el honor que le cabía a él en la adoración popular a ese falso dios.  Los tesoros valiosos del hombre (oro, plata, bronce, etc.) estaban bosquejados ante él, y también su transitoriedad.  Algo similar ocurre con el árbol frondoso del cap. 4. 

Nabucodonosor fue llevado de lo conocido y querido a lo desconocido y extraño, pero el trato amoroso del instructor bíblico decidió que él echara su suerte con el nuevo Dios que el profeta le estaba revelando.  Así también nosotros debiéramos, como instructores bíblicos, poner mucha atención y cuidado a las palabras y trato al catequizado que está en las tinieblas.  No sólo que las verdades deben ser desplegadas en forma lenta y armoniosa, de modo que el alumno no se desanime o confunda con el encandilamiento de la luz recibida, sino que debemos "ponernos [tiernamente] en sus zapatos" (cfr. Heb 13:3) para acompañarlo en el proceso de asimilación.  Algunas ideas prácticas. 

Cuando llegue el momento de abordar la doctrina del cuerno pequeño y su traición al Cielo, ¿cómo hacerlo?  Sírvanos el paralelo de cuándo impartir la educación sexual a los niños. Por allí aconsejamos que debe comenzar. . . 20 años atrás, refiriéndonos a la madre. Así también, cuando nos toque hablar del papado de los años 538 en adelante (hasta 1798, que abarca el tiempo de la abominación desoladora), retrotraigámonos a unos 500 años atrás cuando la iglesia de Roma era un modelo de comunidad. La carta a los Romanos (año 58 d.C.) está llena de mensajes preciosos dirigidos a los italianos [podemos extraer lecciones útiles acerca de la idoneidad de los dirigentes de Roma, por ejemplo, a diferencia de los dirigentes de Corinto, cfr. 1 Cor].

Comparto algo más para extraer el principio que quiero establecer. Clemente, pastor de Roma, dirigió décadas más tarde (96 d.C.) una preciosa carta a los hermanos descaminados de Corinto.  Él dice que la iglesia romana sufría "repentinas y sucesivas calamidades y tribulaciones" (1ra. Carta de Clemente a los Corintios 1:1; recordemos las persecuciones de Nerón y Domiciano) y animaba a los corintios a perseverar en la fe.  Unos pocos años más tarde, el pastor Ignacio (muerto por el 107) dirige 7 cartas a amadas iglesias, entre las que sobresale su carta a los cristianos de Roma. De ellos dice que "jamás tuvieron envidia de nadie", iglesia "digna ella de Dios, digna de todo decoro, digna de toda bienaventuranza y alabanza, digna de toda santidad" (A los romanos 3:1; Prefacio).

Así podríamos seguir con párrafos elogiosos de san Justino mártir (165 d.C.) y tantos otros... hasta que llegó el lobo disfrazado de oveja: el rey Constantino, quien favoreció la relación de estado-iglesia y la cristianización del paganismo; promulgó la primera ley civil en favor del domingo, etc., etc. La idea es: Sugerir que la profecía de la apostasía de la iglesia, aunque se fermentaba en su seno, la hizo precipitar cabalmente alguien ajeno a ella. Esto es, que la amada iglesia de Roma (para la mente del católico) no cometió abierta infidelidad a los propósitos del Cielo sino hasta la intrusión de un pagano, el emperador Constantino, quien hizo detonar el fermento del paganismo en la Iglesia de Roma y ningún dirigente romano en su tiempo tuvo el discernimiento y osadía para oponérsele. 

El objetivo de este enfoque (parcialmente ajustado a la realidad, porque podemos hallar graves errores de doctrinas y costumbres en las enseñanzas de Ignacio, Justino, los primeros obispos romanos, etc.) es buscar que la actual Iglesia de Roma vuelva a sus primorosos orígenes hasta el tiempo en que la contaminó Constantino [como pretendió, por otra parte, Albino Luchiani (el papa Juan Pablo I), pero que aparentemente, de acuerdo a la investigación de David Yallop, por hacerlo le costó la vida: Su pontificado duró apenas 33 días]. 

6)  Trabajar sobre la congruencia entre la recta razón y ciertas doctrinas bíblicas que apelan al sano juicio.  Hay planteos que la recta razón puede apoyar como es el alejamiento de la iglesia de los asuntos del estado y la no intrusión del estado en las actividades eclesiásticas. Este pensamiento es congruente con la doctrina bíblica de la separación de estado-iglesia como bien lo ilustran los errores de Nabucodonosor (Dan 2-3), los del rey Darío (Dan 6), y que está ejemplificado magistralmente en el símbolo de Apoc 17: la Ramera (la Iglesia) llevando las riendas de la Bestia (el Estado) hacia un trágico destino. 

Luego entonces de la congruencia debiera llevarse a la incongruencia. ¿Quién no apoya la recta razón y la sana doctrina bíblica? Respuesta: El cuerno pequeño (que no es lo mismo que la iglesia romana pura de los orígenes) y su irracional perspectiva de la unidad de la iglesia y el estado, separada la cual ofende a los intereses vaticanos. Así lo interpretó Pío X (en 1906):

"Nos, por la suprema autoridad que de Dios tenemos, reprobamos y condenamos la ley sancionada que separa de la Iglesia a la República Francesa. . ., porque con la mayor injuria ultraja a Dios de quien solemnemente reniega, al declarar por principio a la República exenta de todo culto religioso; porque viola el derecho natural y de gentes y la fe pública debida a los pactos; porque se opone a la constitución divina, a la íntima esencia y a la libertad de la Iglesia, porque destruye la justicia, pisoteando el derecho de propiedad legítimamente adquirido por muchos títulos y hasta por mutuo acuerdo, porque ofende gravemente a la dignidad de la Sede Apostólica, a nuestra persona, al orden de los obispos, al clero y a los católicos franceses. Por lo tanto, protestamos con toda vehemencia contra la presentación y promulgación de tal ley y atestiguamos que nada hay en ella que tenga valor para debilitar los derechos de la Iglesia, que no pueden cambiar por ninguna fuerza ni atropello de los hombres" (De la Encíclica Vehementer nos, 11 Feb 1906; en Denzinger párr. 1995). 

¿A qué se debe tanta consternación romana por las leyes que separan a la iglesia del estado?  Pues porque rompe el sueño imperial de Bonifacio XI, quien dijo (año 1302):

"Hay dos espadas: la espiritual y la temporal. . . Una y otra espada, pues, está en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Pero ésta [la material] ha de esgrimirse en favor de la Iglesia; aquélla [la espiritual] por la Iglesia misma. Una [la espiritual] por mano del sacerdote, otra [la temporal] por mano del rey y de los soldados si bien a indicación y consentimiento del sacerdote. Pero es menester que la espada [temporal] esté bajo la espada [espiritual] y que la autoridad temporal se someta a la espiritual. . . Luego si la potestad terrena se desvía, será juzgada por la potestad espiritual; si se desvía la espiritual menor [el sacerdote], será juzgada por su superior; mas si se desvía la potestad suprema [la del Papa], por Dios solo  –no por el hombre–  podrá ser juzgada. . . Ahora bien esta potestad, aunque se ha dado a un hombre, y se ejerce por un hombre, no es humana, sino antes divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores. . . Ahora bien, someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación para toda humana criatura" (De la Bula Unam Sanctam, 18 Nov 1302; en Denzinger párr. 469).

Un material práctico que confronta la irracionalidad de los postulados vaticanos a la luz de la doctrina bíblica y el sano juicio es el libro de Rick Jones, Conozcamos el Catolicismo Romano. 37 Doctrinas de la Iglesia Católica Romana claramente explicadas (Publicaciones Chick, 1996; http://chick.com). 

¡El Señor nos bendiga!

Gustavo Contreras - saetero1@starmedia.com

(Transcrito de mensagem recebida em lista de discussão.)

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