María, Motivo de Unión entre Católicos, Ortodoxos y Protestantes
 
Foro Internacional de teólogos en el 50 aniversario del dogma de la Asunción

CIUDAD DEL VATICANO, 30 oct (ZENIT.org).- Hace 50 años, el 1 de noviembre del año santo de 1950, Pío XII proclamaba solemnemente la Asunción de la Virgen María a los Cielos en cuerpo y alma. Para recordar este acontecimiento, se inauguró hoy en Roma el I Foro Internacional de Mariología en los que teólogos de todo el mundo responden durante dos días a algunas de las preguntas más interesantes planteadas por el dogma.

Los interrogantes, a los que no sólo responden católicos, sino también teólogos de otras confesiones cristianas son significativos: ¿Cómo llegó la Iglesia católica a pronunciar esta definición? ¿Cómo ha visto la teología del postconcilio Vaticano II este dogma? ¿Qué significado tiene para la cultura contemporánea? ¿Qué repercusión puede tener en la búsqueda d sentido del dolor humano?

En el encuentro, organizado por la Pontificia Academia Mariana Internacional y por la Facultad Pontificia Teológica «Marianum» de Roma, participa una organización de estudios teológicos católico-luterana (el Grupo de Dombes), así como exponentes ortodoxos y anglicanos.

Posición ortodoxa
En declaraciones concedidas a «Radio Vaticano», el vicario general (protosincello) de la Iglesia ortodoxa rumana, Juvenalie Jonascu, explica: «Estoy convencido de que un Foro ecuménico de este tipo constituye un empuje importantísimo para el acercamiento entre las Iglesias y es signo de que la Iglesia católica está sumamente dispuesta a promover este acercamiento. La Iglesia ortodoxa se deja involucrar pues desea acercarse a sus hermanos. La Iglesia ortodoxa honra, venera a María al igual que lo hace la Iglesia católica. Ahora bien, por lo que se refiere a la Asunción, como lo recuerda explícitamente la Sagrada Escritura, considera que no es un dogma, sino un dato de fe. Todos testimonian que la Madre de Dios fue llevada al Cielo».

Por lo que se refiere al significado de este misterio cristiano, el líder ortodoxo explica: «Para nosotros la Madre de Dios es la reina y al mismo tiempo la humilde sierva que supo acercarse a Dios. Ella es el medio que Dios utilizó para asumir nuestra misma substancia y vivir nuestra experiencia, para ofrecernos la posibilidad de la divinización».

Una voz protestante
Por su parte, el pastor Renzo Bertalot, teólogo de la Iglesia valdense, confesión cristiana surgida en el siglo XII, antes de Martín Lutero, en Lyón (Francia), pero que se sumó después a su corriente reformadora, explica también a «Radio Vaticano»: «En el pasado ha habido entre católicos y protestantes una posición contrapuesta en torno a la figura de María. Con el desarrollo del movimiento ecuménico, de manera particular después del Concilio Vaticano II, se ha tratado de abrir un diálogo sobre todos los argumentos. Ciertamente el tema de María no es el más fácil, pero el diálogo se ha afrontado. El Grupo de Dombes ha insistido en constatar que María ha sido ciertamente motivo de contrastes, pero nunca de separación o división contrapuesta entre los cristianos».

Es más original todavía la opinión del teólogo valdense Bertalot sobre el dogma de la Asunción. «Si se toma como punto de partida la expresión "Llena de gracia" y se entiende "sólo como gracia", entonces es Dios quien tiene la iniciativa. En este sentido, podemos tratar de recorrer un camino común católicos y protestantes. Los dogmas marianos, pueden leerse en este sentido. El punto de partida, por tanto, es la iniciativa incondicional de la Gracia de Dios, que entra en nuestra historia humana y que, de este modo, se convierte en testimonio, en predicación».

«Está claro que ortodoxos, católicos y protestantes tienen dificultades en el lenguaje con que expresan este dogma --opina Renzo Bertalot--, pero si vamos más allá de la forma, y buscamos la sustancia que es la unidad en Cristo, el testimonio del Reino de Dios, nuestro ser en Cristo, entonces se puede dar un empuje nuevo que ya no es un empuje de separación, sino un empuje de comunión recíproca en la unidad y en la diversidad».

Fuente: http://www.es.catholic.net/la_iglesia_hoy/template_noticia.phtml?consecutivo=1005 


«En la Asunción, el cuerpo de María, cuerpo de mujer, es exaltado»
La teóloga Cettina Militello explica implicaciones de esta verdad de fe

ROMA, 1 nov (ZENIT.org).- No es un simple aniversario. El dogma de la Asunción del que hoy, en la Plaza de San Pedro, el Papa ha recordado los 50 años de su proclamación, es una verdad de fe que tiene mucho que decir a nuestra cultura. Lo asegura la teóloga Cettina Militello, que justamente sobre este tema tuvo ayer una ponencia en el I Foro Internacional de Mariología que se celebra en Roma.

Teólogos católicos, protestantes y ortodoxos han analizado durante dos días en Roma a algunos de los interrogantes más interesantes que plantea este dogma: ¿Cómo llegó la Iglesia católica a pronunciar esta definición? ¿Qué significado tiene para la cultura contemporánea? ¿Qué repercusión puede tener en la búsqueda d sentido del dolor humano?

«El lazo de unión entre el dogma de la Asunción y el Jubileo no es casual --indica la profesora Militello, catedrática en las facultades teológicas «Marianum» y «Teresianum» de Roma y presidente de la Sociedad Italiana Para la Investigación Teológica--. Ya en el 1950, el año en el que Pío XII lo proclamó, era un año santo. La misma constitución apostólica "Munificentisimus Deus", que proclama esta verdad de fe, tiene un tono doxológico, es un himno de alabanza a Dios por las maravillas realizadas en María. Y la alabanza es una dimensión típicamente jubilar».

--¿Pero qué puede decir la Asunción al hombre de hoy?

--En el contexto de transición cultural en el que vivimos, con un hombre contemporáneo que cada vez más se enfrenta a la búsqueda de sentido, yo creo que el tema a subrayar es el de la corporeidad: este dogma dice que el cuerpo de María, cuerpo de mujer, es exaltado. Es un hecho que para nosotros es paradójico: justamente el cuerpo femenino, en nuestra cultura, ha sido durante mucho tiempo el emblema del desprecio. María, en cambio, exaltada en su Asunción, revoluciona esta idea: nuestra corporeidad, por muy enferma que esté, está llamada a la transfiguración en el diseño de Dios.

--María muestra, por tanto, lo que nos espera...

--Sí. Pero dice también algo sobre nuestra condición de hoy, sobre este cuerpo nuestro, lugar de la relación con el otro y con la creación. En el fondo de la Asunción está el misterio de la Encarnación que hay que tomarlo en serio: si Cristo se ha hecho carne, tampoco la dimensión corpórea es ya la de antes. El resucitado nos ha sumergido ya en la nueva realidad, nos lleva a interpretar el espacio y el tiempo en manera diversa. Lo que en María se ha cumplido ya en plenitud, también nosotros estamos llamados a experimentarlo en forma sacramental en la relación con nuestro cuerpo.

--Pero, ¿qué tiene que decir el cuerpo de María elevado a los cielos sobre nuestro destino último?

--Es para nosotros horizonte, meta, signo de esperanza. María nos muestra la plenitud de la carne: la salvación no es una dimensión desencarnada. Las imágenes de las que se sirve la Escritura, los bienes que se nos han prometido, lo dicen claramente. No se trata de hacer una física de las realidades últimas: todo queda en el misterio. Pero imágenes como las del Apocalipsis (la esposa, el banquete...) nos hacen intuir en forma simbólica que la plenitud no será sólo espiritual.

--¿Por qué se hace memoria de este dogma justo en la fiesta de Todos los Santos?

--Hay un nexo profundo entre María y la comunión de los santos. Lo que contemplamos en la Asunción como un «privilegio» de la Madre de Dios, en la solemnidad de Todos los Santos se hace un hecho participado y común. Es un designio que implica a todos los redimidos: los del cielo y junto a ellos todos los que viven en gracia. La comunión de los santos, en efecto, no es sólo de los que nos han precedido: se relaciona, para usar la definición clásica, también con la Iglesia peregrinante, la que vive en el mundo. La Asunción, por tanto, es la primera, no la única. Y en la fiesta de Todos los Santos celebramos la coparticipación en todo lo que ella goza. Pío XII podía perfectamente promulgar este dogma el día de la Asunción. Al escoger como fecha el 1 de noviembre, en cambio, dio a esta verdad de fe una precisa impronta eclesiológica. - ZS00110104

Fuente: http://www.es.catholic.net/la_iglesia_hoy/  

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