Los Signos de los Tiempos: ¿Catástrofes o Prodigios?

El ataque terrorista que sufrió EEUU ha conmocionado el mundo promoviendo una avalancha de reacciones y comentarios. Testigos, expertos, analistas y aún el hombre común expresan sus opiniones, argumentando razones y pasiones. Participo en varios foros de discusión que explotan de mensajes. Se suceden, desde expresiones consternadas de dolor, manifestaciones de solidaridad hasta interpretaciones de los hechos y de sus posibles consecuencias. Si bien, como profesional de la salud mental me interesa el impacto psicológico de este hecho inédito y el fenómeno del estrés traumático y post-traumático que está viviendo gran parte de la población del mundo (ver, por ejemplo, La Nación del 12/9/01, "como enfrentan la medicina y la psicología el trauma de la violencia"), también como cristiano y lector de la Biblia, me ha atraído el debate teológico sobre la interpretación de los atentados. Atiborrado por las noticias de lo inmediato, me alcanzó esa otra lectura de proyecciones más profundas o dilatadas.

Ha trascendido una serie de citas de Elena G.de White, reconocida profetisa de la Iglesia Adventista, escritas entre 1902 y 1909, que recibió una o más visiones estando en New York, de que esos altos edificios y supuestamente otros que se erigirían en el futuro, caerían a pedazos y se destruirían por el fuego. Realmente las citas son impresionantes:"Cuando estuve la última vez en Nueva York, fui llamada a presenciar de noche como se levantaban los edificios, piso sobre piso, hacia el cielo. Estos edificios tenían garantía contra el fuego y eran erigidos para glorificar a los propietarios. Estas estructuras se levantaban más y más alto, y en ellas se usaba el material más costoso... La escena que en seguida pasó delante de mí era de un fuego alarmante. Los hombres miraban los edificios elevadísimos, supuestamente a prueba de fuego, y decían: 'Están perfectamente seguros'. Pero estos edificios eran consumidos como si estuvieran hechos de resina. Las bombas de agua no podían hacer nada para detener la destrucción. Los bomberos eran incapaces de hacerlas funcionar... Ningún material puede ser usado en la erección de edificios que los preserve de la destrucción cuando llegue el tiempo señalado por Dios para mandar retribución a los hombres por su insolencia y el descuido de su ley" (15/2/1904:Notas biográficas de Elena G. de White, 453- 454). En otros textos describe el derrumbe.

El debate se instaló desde las siguientes preguntas: ¿Se aplican esas declaraciones de Elena de White a las destrucciones de las torres gemelas? ¿Es legítima tal interpretación? También se planteó una cuestión más metodológica que hermenéutica, ¿corresponde hacer esos análisis en estos momentos de tanto dolor, sensibilidad como de fervor periodístico? Los defensores de una y otra postura expusieron sus razones con diferentes abordajes exegéticos. En este contexto, quiero hacer mi aporte desde otra perspectiva —que podría calificarse de epistemológica—,que apunta a la teología del signo escatológico, si es sostenible un enfoque catastrofista o si corresponde revindicar una semiología "de los tiempos" que promueva el mensaje de salvación o soteriológico. Es como hacer la exégesis desde una mirada patológica o desde una mirada que valorice las virtudes sanitarias.

Recientemente participé del IV Simposio Bíblico-Teológico que se realizó en la UAP (Entre Ríos, Arg.). Uno de los trabajos que más me impactó fue el presentado por el Lic.Ricardo Bentancur, titulado: "Signos de los tiempos: ¿Signos del fin del mundo?". En su exposición destacó que la pregunta por los "signos del fin" emerge en la historia en las situaciones de crisis, como ocurrió durante la revolución francesa, la revolución de 1848 y en otras crisis del siglo XX. En esos planteamientos, aparecen dos posturas antagónicas, una teología de orientación apocalíptica y catastrofista que pone el acento en la destrucción final y otra teología que responde a la tradición del Éxodo, centrada en la economía de la salvación y en el prodigio divino. Desde el primer enfoque teológico, ciertos acontecimientos históricos son leídos como "signos del fin", es decir, "señales" que anticipan la inevitable hecatombe, cuando la furia divina pondrá fin al mundo y a todos los impíos que en él habitan. Desde la teología de la salvación, los acontecimientos son percibidos como "prodigios", esto es, manifestaciones de la gracia y el poder divino, que anuncian la proximidad del Reino de los Cielos. Aquí el signo es Cristo, afirma al "señalado" más que la "señal". Aún las catástrofes se ven como parte del plan de salvación. La disyuntiva sería, parafraseando a Umberto Eco, entre apocalípticos y mesiánicos.

Desde la plataforma de cada una de estas concepciones los ataques del día 11 pueden ser percibidos de manera distinta. Para la interpretación catastrofista, esos hechos indican que el fin se acerca, que fueron un mero aviso de algo peor que se avecina, que una amenaza espantosa de destrucción total se acerca haciendo de las dos gemelas una metáfora del "día de Jehová, grande y terrible", ese "día ardiente como un horno", cuando "todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa" (Malaquías 4). En cambio, para la interpretación mesiánica, los ataques son un signo de reflexión sobre la fragilidad de la vida humana, los horrores del mal y de la necesidad de mirar "también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día" (Luc.21:34). Incluso agregaría una reflexión más (perdón por extenderme).

Un mensaje de un pastor invitaba a leer el libro de Marvin Moore, "La última gran catástrofe", ilustre representante de la apología de la destrucción. En la obra que escribimos con el teólogo chileno, Enrique Espinosa, "La posmodernidad desde la perspectiva profética", discurría sobre la metodología de Dios para acercarse al hombre y llamarlo al cambio. Allí presenté la siguiente cuestión: ¿Es la catástrofe una buena convocatorio para "elevar la mirada al cielo"? ¿Por medio de las tragedias y desgracias humanas nos sentimos motivados a "pensar en el Reino de Dios y su justicia"? En forma más específicas, para quienes conocen el evangelio, el "llamado a medianoche" que despierta a la Iglesia para ingresar en la eternidad, según la interpretación de la "parábola de las diez vírgenes" (Mat.25:1-13), ¿se realizará por medio de una gran catástrofe, como dice el teólogo Moore?

Mi hipótesis es contraria a tal idea. Desde una teología de los signos mesiánicos, creo que Dios utilizará prodigios para despertar la conciencia religiosa. Las catástrofe sólo generan fobias, pánico, angustia, paranoia, estrés postraumático y otros trastornos por el estilo que poco ayudan a despertar la conciencia religiosa, por el contrario, temo que muchos se rebelan contra Dios por tales sucesos. Coincido con Abraham Heschel que la religión se origina en el sentimiento de lo sublime y lo inefable, cuando el hombre se ve impactado por la aparición de lo sobrenatural. El pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud egipcia por medio de prodigios o "maravillas". Elías conmocionó a su generación con el prodigio del Monte Carmelo (1 Reyes 18) y la profecía anuncia un retorno de Elías (Mal.4:6). ¿Por qué no creer que los maravillosos prodigios de Dios son los auténticas signos de los tiempos? ¿Por que no promover una percepción del futuro como búsqueda y tiempo de redención, un futuro preñado de esperanza? ¿Acaso las profecías bíblicas no son profecías de esperanza?

Acontecimientos como los ocurridos en NY y Washington llenan el futuro con el polvo de la incertidumbre y de imprevisibles emboscadas. ¿Puede interpretarse tal cosa como un mensaje de Dios? A mi criterio no hay que dejar el porvenir liberado a los apologistas del fatalismo ni a las prédicas del catatrofismo que auspician la tragedia y las calamidades. Creo que eso es otra forma de terrorismo demoníaco que destruye las torres de la confianza y la esperanza. Es preciso recuperar ese saber del futuro como aventura y optimismo. Hay que hacer un lugar para las visiones positivas del más allá con sentido de novedad. En estos tiempos tan sacudido por las ráfagas turbulentas del pesimismo, es importante rescatar aquella palabra profética resplandeciente, proveniente de los fuentes eternas que celebra un fin glorioso, bajo la figura de la "fiesta sin fin", donde "ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor", porque allí "serán nuevas todas las cosas" (Apocalipsis 21:3-4).

Dr. Mario Pereyra
Universidad Adventista del Plata
www.mariorpereyra.com

Lea también:

Retornar

Para entrar em contato conosco, utilize este e-mail: adventistas@adventistas.com