El Papa Presenta a María Como «Estrella» del
Milenio Citando a Lutero
«Signo de esperanza para la muchedumbre de los pobres», afirma
CIUDAD DEL VATICANO, 21 mar 2001 (ZENIT.org).-
Juan Pablo II deparó una interesante sorpresa a los peregrinos que esta mañana
participaron en la audiencia general al presentar a la Virgen María como «estrella
del tercer milenio». Lo más curioso es que ilustró su propuesta citando a
Martin Lutero, el padre de la Reforma protestante.
Escuela de amor a Dios
Contradiciendo prejuicios y errores de historiadores, el Papa recordó pasajes
del Comentario al Magnificat escrito por Lutero en 1521 en el que presenta a la
«Madre de Dios» como ejemplo que «nos enseña a amar y alabar a Dios».
«Ella quiere ser el ejemplo más grande de la gracia de Dios para incitar a
todos a confiar y alabar a la gracia divina», decía el teólogo rebelde.
De este modo, citando otros pasajes de la tradición cristiana, tanto oriental
como occidental, el Santo Padre presentó a María como «signo de esperanza
para la muchedumbre de los pobres, de los últimos de la tierra» que vagan
errantes en nuestro mundo a inicios del tercer milenio.
«Ella vive fielmente la opción de Cristo, su Hijo, que repite a todos los
afligidos de la historia: "Venid a mí todos los que estáis cansados y
oprimidos, y yo os aliviaré"».
«Templo de Dios»; no «Dios del templo»
«La humilde Virgen de Nazaret», aclaró citando a uno de los teólogos más
agudos de todos los tiempos, san Ambrosio, «no es "el Dios del templo,
sino el templo de Dios". Y como tal guía a todos aquellos que recurren a
ella en su camino hacia el encuentro con Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu
Santo».
Un camino fe, que como el Papa recordó, tuvo también que afrontar María a
pesar de dificultades imponentes. Desde la anunciación hasta la dramática
muerte de su hijo en la Cruz, su vida avanzó «en un contraste de luz y sombra,
de revelación y misterio».
«Estrella del tercer milenio»
«Su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia
constante para la Iglesia, para los individuos y comunidades, para los pueblos y
naciones, y, en cierto modo, para toda la humanidad --añadió Juan Pablo II--.
Ella es la estrella del tercer milenio, al igual que en los inicios de la era
cristiana fue la aurora que precedió a Jesús en el horizonte de la historia».
Su himno, el Magnificat, aclaró «une los espíritus de los discípulos de
Cristo más allá de las divisiones históricas, que estamos comprometidos a
superar de cara a una comunión plena». En él María «celebra la primacía de
Dios y de su gracia que escoge a los últimos y despreciados, los "pobres
del Señor", de los que habla en Antiguo Testamento, los eleva y los
introduce como protagonistas en la historia de la salvación».
La conclusión a la que llegó el Papa no podía ser otra: a inicios del tercer
milenio «la Iglesia sigue a María y al Señor Jesús caminando por los
tortuosos caminos de la historia para aliviar, promover y valorar la inmensa
procesión de mujeres y hombres pobres y hambrientos, humillados y ofendidos».
Fonte: ZS01032110
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