Los Musulmanes en La Profecía - 7

Dr. Alberto R. Treiyer
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Pude hablar en forma más distendida y amigable, años después, con el líder “futurista” hispano que había argumentado hace diez años en Cohuta Springs, que el año 538 no nos dice nada a los que vivimos terminando ya el S. XX. Me preguntó dónde podía encontrar entre los árabes un ejército de 200 millones, una cifra que jamás tuvo un ejército terrenal. Esa era para él la prueba más contundente de que debíamos colocar todas las trompetas en relación con los eventos finales, no en la historia que nos ha antecedido. Le pregunté, “¿Está seguro que alguna vez se va a formar un ejército tan colosal?”

Otro líder norteamericano, que ha escrito varios libros sobre los eventos del fin, cierto número de ellos traducido al castellano, compartió conmigo hace también unos diez años un manuscrito sobre las trompetas, de corte futurista. El fundamento de su argumento era el mismo de todos los futuristas: no se pueden explicar las trompetas históricamente. ¿Por qué? Porque algún detalle no lo entienden bien, ni conocen bien la historia ni tampoco prestan atención a los principios de interpretación que la Biblia y el mismo Juan dan. Por consiguiente, arguyen, esas profecías deben estar en el futuro.

Así también razonaban los antiguos cristianos de origen griego en Alejandría. Para ellos era muy fácil interpretar todo pasaje difícil de la Biblia. En lugar de investigar más a fondo, alegorizaban. De allí que el futurismo es un campo fértil para las imaginaciones aún más extravagantes y ridículas. Como nada de lo que se imaginan tuvo lugar, dan rienda suelta a toda clase de fantasías y sin un rumbo fijo, serio y bien anclado en la Palabra de Dios.

10. Doscientos millones.

Una manera fácil de explicar el número tan colosal del ejército predicho, es reconocer que ese número es simbólico de un ejército innumerable. Al fin y al cabo, aparecen 24 ancianos a lo largo de todo el Apocalipsis, un número simbólico que estaba representado en todo sanedrín judío, inclusive en el más grande de Jerusalén compuesto por tres cortes menores de 24 ancianos que totalizaban 70 (con algunas leyendas que agregaban para explicar la ausencia de los dos que faltan para obtener 72).

También se menciona al pueblo de Dios por un recuento que representa al juicio investigador o censo celestial de los redimidos, y que da 144.000. El hecho de que se mencionen tribus inexistentes es razón suficiente como para pensar que el número es también simbólico. Múltiple de 12, otro número típicamente referido al pueblo de Dios, en el Apocalipsis se da para reforzar la idea de censo celestial de quienes debían ser sellados para la redención en la época final (Apoc caps. 7, 14): 12.000 x 12.000 [sic] = 144.000.

Vuelve a aparecer otro número simbólico, el cuatro, como referencia a los cuatro ángulos o puntos cardinales de la tierra (Apoc 7:1-2; cf. Dan 8:8). Es un número que habla de universalidad. Mientras que durante la sexta trompeta se da para desatar las hordas turcas musulmanas contra la Babilonia espiritual del medioevo [un poder que católico o “universal” (Apoc 13:7; 17:15)], en Apoc 7 ese número tiene que ver con los cuatro ángeles que retienen los vientos pasionales humanos en el “tiempo del fin”, para que la destrucción final sobre el mundo entero no caiga antes de lo dispuesto por Dios.

Nuevamente vemos otro número, ligado claramente al cuatro, en Apoc 14:20. La sangre derramada por la ira de Dios en ocasión de la 2da. Venida de Cristo se expande “hasta los frenos de los caballos por 1.600 estadios”. Así como el 12 de las tribus de Israel se da en un contexto mayor referido a todo el pueblo en 12.000 por tribu;  así también el 4 referido a los cuatro puntos cardinales aparece aquí conectado a 400. En el caso de los sellados de la última generación pasan a ser 12.000 x 12.000 [sic]. En el caso de los puntos cardinales pasan a ser 400 x 4 = 1600 estadios. De esa manera se enfatiza el carácter universal, sí, esta vez completamente universal y final del castigo divino sobre este mundo.

Pero, ¿qué podemos decir de los 200 millones pertenecientes presuntamente al ejército turco? Además de revelar su representación humana impresionante, comparada con lo que los sarracenos enviaron contra el mundo occidental durante la quinta trompeta, ¿habría algún simbolismo adicional que pudiese extraerse? Sí, y esta vez debo rendirle tributo, como en tantas otras ocasiones en varios de mis libros, a mi amigo Bill [William Shea], a quien critiqué durante nuestro análisis del quinto sello.

El pasaje dice que cuatro ángeles estaban apostados para la hora del juicio correspondiente a la quinta trompeta. Los historicistas de hace más de un siglo atrás interpretaron que se trataba de los cuatro sultanatos que conformaban el imperio otomano, a saber el de Alepo, Iconio, Damasco y Bagdad. Los ángeles en Apocalipsis, sin embargo, pueden representar a ciertas multitudes, y en este caso, podrían representar a las cuatro unidades de ejércitos representadas por esos sultanatos. Por ejemplo, el ángel de cada una de las siete iglesias puede ser una referencia no necesariamente del obispo, sino de la iglesia en general. Los tres ángeles que dan los últimos tres mensajes a la tierra antes del fin del mundo, representan también a un pueblo que los da, el último remanente cuyo carácer es también universal (Apoc 14:6).

La manera en que el Apocalipsis enumera a los 200 millones no es como se traduce en castellano. Ese ejército, según el Apocalipsis, está compuesto por “dos veces 10.000 veces 10.000. El total se compone, así, de 10.000 x 10.000 y 10.000 x 10.000. Cada uno de los cuatro múltiples es así una unidad o legión de 10.000 tropas, y se los multiplica en pares para dar el total. Siendo que hay cuatro ángeles y esos cuatro ángeles están estrechamente conectados con estas tropas, pueden referirse a un símbolo de esas tropas como un grupo corporizado”, como en las iglesias y en los tres mensajes angélicos. Son un símbolo de una cantidad impresionante de soldados y ejércitos, sí, pero expresados de tal manera que refuerzan su vínculo con los cuatro ángeles destructores y atormentadores.

La “tercera parte de los hombres”. Pero, ¿a quiénes iban a matar? Los historiadores cuentan del carácter mortífero de esta segunda expansión musulmana. “Las miríadas de los turcos cubrían una frontera de mil kilómetros, desde el Tauro hasta Erzerum, y la sangre de 130.000 cristianos fue el sacrificio grato al profeta árabe”. Según Gibbon, famoso historiador secular de hace más de un siglo atrás, “las incesantes andanadas de lanzas y saetas iban acompañadas del humo, el ruido y el fuego de sus mosquetes y cañones”, algo consonante con la descripción del Apocalipsis (Apoc 9:17-18).

¿Cuál es “la tercera parte de los hombres” que iba a ser muerta? Esta es, indudablemente, una referencia al imperio de bizancio que recibiría su golpe de muerte del que jamás pudo levantarse. La otra tercera parte referida a la Roma Papal y al Sacro Imperio Romano que intentó construir con los reyes europeos, tuvo su golpe de muerte en la Revolución Francesa (Apoc 13:3). Esa herida mortal le fue propinada mediante otro poder que también surgiría de la nada o “abismo” (Apoc 11:7), es decir, en forma repentina y diabólica, como lo fue realmente la revolución atea de Francia. La última “tercera parte” que quedaba de los tres poderes imperialistas del mediterráneo, el de los musulmanes, fue el instrumento que Dios escogió para dar el golpe de muerte al antiguo Imperio Romano Oriental que todavía no había caído. De ahí en más, quedarían dos superpoderes en el Mediterráneo, ya que Constantinopla dejaba de ser la capital del imperio bizantino o romano oriental, para ser la capital del imperio turco.

¿Se iban a arrepentir, gracias a estos castigos divinos, las naciones que conformaban un convivio con la Roma católica? ¿Iban a abandonar “los habitantes de la tierra” las idolatrías, hechicerías y prostituciones de la Gran Ramera? (Apoc 9:20-21; 17:4-5).  No. En las trompetas, en especial en las quinta y sexta, vemos que la gente se angustia, pero no que se arrepienta.

“Los otros hombres [las naciones que posteriormente iban a formar otra vez un consorcio mundial en occidente] que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos...” (Apoc 9:20). Por consiguiente, en “el tiempo del fin” que corresponde a “la ira de las naciones” de la séptima trompeta (Apoc 11:18), Dios los destruirá mediante las “siete postreras plagas” (Apoc 15:1; 16). -- Texto recolhido da Internet, sem pedido de permissão ao autor.

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